Estampas de familia
agosto 24, 2007 at 5:25 pm Deja un comentario
Blanca ha sido madre por enésima vez. Los tres retoños cumplirán quince días pronto, no sé qué día. Cuando regresé a Madrid, uno de ellos empezaba a entreabrir los ojos. Los demás aún se orientaban a través del olfato. Todos los días bajábamos Raúl y yo a la bodega para observar los cuidados que recibían de su madre, como mamaban y progresaban en su crecimiento. Los cogíamos y comenzaban a maullar. Somos crueles los seres humanos. La Chacra, como buena guardiana de la casa, levantaba sus orejas en señal de alerta por el maullido. La perra nunca ha sido agresiva con los gatos y menos con los de la casa; no sé si se debió a su raza -conocida como Montaña del Pirineo- o a que cuando llegó se topó con una gata adulta que impuso sus reglas de convivencia. Sólo tiene una debilidad: la comida; pero en otros contextos hay plena tregua. Incluso en invierno han dormigo gata y perra juntas. Pero me intrigaba la reacción de Chacra en ausencia de Blanca cuando uno de nosotros cogía uno de los gatitos entre sus manos. Se erguía y relamía como si realmente tuviese la intención de dar un bocado; se acercaba y olfateaba a la cría, cuyos maullidos eran cada vez más tenues. Se acercaba con nerviosismo la perra. Puros celos, decía mi madre, que entendía la reacción de la perra como una respuesta de protección. No sé, espero volver a verlos la próxima semana, cuando regrese a Queimadelos si no surge nada inesperado {…}
Trackback this post | Subscribe to the comments via RSS Feed